Cuentos de Cecilia Solá. Y vos no querrías que alguien te esperara, si te pasa algo? Un pulóver para Osvaldo. Nos mudamos a la Capital en el 87, unos días después de que cumplí mis 15, y a papá lo ascendieron a gerente de sucursal. No fue fácil al principio. Extrañaba las calles mansas y desparejas de mi pueblo, la escuela, las chicas, la casa vieja y conocida, con los árboles haciendo sombras chinas en la ventana. Quizás fue por eso, por los árboles, que empecé a ir a la plaza, cerca del departamento al que nos mudamos. Iba a la tarde y me quedaba sentada en un banco, escribiendo cartitas llenas de dibujitos tiernos para mis amigas de allá, de "casa". En ese entonces no teníamos Internet, ni celulares, no podíamos chatear, enviar mails o whatsups, y solo nos quedaba extrañar. Ahí fue donde la vi por primera vez. Se sentaba en un banco, cerca de la fuente, con su canasto de mimbre, y tejía. Recuerdo el brillo rojo de la lana y el sonido de las agujas, rítmic
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